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“La vivienda social es una solución para que los pueblos tengan más vida”

El problema de la despoblación es tremendamente complejo. Pese a que, aparentemente, se ha convertido en preocupación nacional, las cifras de abandono rural no disminuyen y la España vacía sigue avanzando, con lo que ello supone para el futuro del país. Y uno de los factores clave en todo este proceso es el de la vivienda.

En este contexto, se hace imprescindible encontrar fórmulas que posibiliten el mantenimiento de las casas y el acceso a ellas de una manera rápida, segura y económica. En este ámbito de ruralidad, empieza a consolidarse el concepto de vivienda social, como el cohousing y el coliving. Hablamos de ello con Lidia Mª Díaz, presidenta de la Asociación Española contra la Despoblación (AEC).

Ante el problema de la despoblación, el trascendental tema de la vivienda es de absoluta prioridad. Sin vivienda no podemos hablar de mantenimiento o recuperación. De hecho, en la Asociación Española contra la Despoblación apostáis por tres líneas básicas de actuación: una escuela de pastoras, la ruralidad y, precisamente, la vivienda social. ¿Cuáles son los principales problemas de la vivienda en el contexto general de la despoblación?

Efectivamente, nos encontramos con varios problemas. Por un lado, está el abandono de las viviendas, como consecuencia de que la gente se ha ido marchando; y luego también hay que hablar de la compra de viviendas como uso de segunda residencia. Digamos que son las dos bases principales. Después, en algunas zonas sí que es cierto que existe la falta de suelo urbano. Sin embargo, lo que no suelen faltar son viviendas o estructuras que se pueden convertir en viviendas habitables y que están abandonadas.

En este contexto, hay que mencionar inevitablemente el aumento del precio de las viviendas en aquellos pueblos que se han convertido en zonas de segunda residencia, lo que imposibilita que los jóvenes puedan adquirir una, con el consiguiente abandono. Por otro lado, se encuentran las casas en las que no existe un dueño y aunque pueden existir familias herederas, no se las encuentra o no quieren heredar. En definitiva, no hay registros. De hecho, en los registros de la propiedad siguen apareciendo en muchos casos personas que tendrían ahora 150 o 200 años. ¿Qué pasa en estas circunstancias? Pues que los ayuntamientos no tienen el poder económico para hacerse cargo de ellas. Si además sumamos una España muy envejecida, tenemos como resultado esa situación tan compleja.

¿Y qué proponéis? ¿Qué proyectos tenéis en marcha?

Nosotros lo que proponemos es una fórmula que es más ágil, más económica y que resuelve muchos problemas: la vivienda del eco cuidado, lo que se llama cohousing. El cohousing es un sistema que puede ser perfectamente para toda la vida, mientras que el llamado coliving es más temporal. En él, además, se genera empleo, que es otra de las razones principales por las que la gente se va de los pueblos. ¿Por qué se van las mujeres y los jóvenes? Pues porque no tienen un futuro que les apetezca. Y si no les apetece nadie puede obligarles a vivir en el mundo rural. Sin embargo, si ofreces un trabajo que les pueda resultar atractivo, seguramente preferirán quedarse en un sitio en el que se sienten cómodos y en el que quieran hacer su plan de vida.

La vivienda del cohousing consiste en que tienes tu propia vivienda, según las necesidades que precises, porque, lógicamente, no es lo mismo una familia que una sola persona. Como digo, tienes tu parte individual y luego están las zonas comunes, que pertenecen a todos los que están viviendo allí. Se trata de transitar del “yo, mío” al “nuestro”. Evidentemente, si lo que quieres es un pisito o un chalet con un poco de jardín, la vivienda colaborativa no es para ti.

Lidia Mª Díaz, presidenta de la AEC.

¿Y qué diferencias básicas hay entre los dos modelos que has mencionado? Por ejemplo, el coliving podría ser un concepto más destinado a los jóvenes y el cohousing, más a los mayores.

La diferencia básica es que el coliving está pensado para estancias más cortas. No es una vivienda como tal. Muchas veces es una simple habitación con baño o un pequeño salón, pero luego todo lo demás es común. Por otro lado, hay una zona de trabajo que es básica, porque también está muy enfocado a los nómadas digitales. La conexión a internet es vital. En definitiva, está pensado para que te que quedes desde una semana hasta cuatro o cinco meses.

En ese sentido, sí que afectaría a los más jóvenes, a los más digitales, pero no es específico para ellos, porque, entre otras razones, con el teletrabajo hay muchas personas, tengan la edad que tengan, que se pueden plantear ir a un coliving un mes o dos y mientras hacen su trabajo habitual disfrutan de la naturaleza y de actividades. Y luego se vuelven a su casa.

Así que también podríamos añadir el concepto de coworking

Sí, pero muy particular, extendido a la zona rural y con alojamiento.

¿Qué respuesta se está teniendo con estas iniciativas? ¿Detectáis el suficiente interés?

Sí que hemos notado que se está moviendo bastante. Algunos de nuestros colaboradores ya están desarrollando viviendas colaborativas para mayores y están, además, intentando que sea intergeneracional. Notamos que empiezan a plantearse muchas preguntas sobre este asunto y que empieza a existir un interés real. Sí que es cierto que en España hemos sido siempre mucho de propiedad.

Aquí, me gustaría aclarar que hay varios sistemas de propiedad. Existen las viviendas colaborativas, en las que lo que se forma es una cooperativa y son sus integrantes los que gestionan las viviendas y las zonas comunes, pero no es un modelo adaptable únicamente a una cooperativa, algo que limita mucho. Por ejemplo, puede ser una empresa cualquiera o un grupo de gente los que decidan ser los propietarios. También puede haber fundaciones que decidan crear y apostar por este sistema. Es decir, la propiedad se mantiene, lo que pasa es que cambia el concepto. Si es una empresa podrían llegar a convertirse en alquileres, pero, eso sí, a largo plazo y con un precio social.

Y en todo este proceso, ¿habéis tenido contacto con algún fondo, alguna agencia o algún organismo especializado, que pudieran estar interesados? Por otro lado, parece que la participación de los ayuntamientos es esencial.

Respecto a los ayuntamientos, les cuesta entender el concepto, pero tenemos muchas esperanzas, porque sí vemos que están llegado muchas preguntas y sabemos que los ayuntamientos van a terminar por comprender que esta es una solución que puede hacer que sus pueblos tengan más vida. Poco a poco, llegará. Y, sobre todo, cuando les digamos que no van a tener que hacerse cargo de todos los gastos. Cuando hablamos de la España rural estamos también hablando de ayuntamientos con poco poder económico.

Nosotros trabajamos mucho el concepto de público-privado, porque entendemos que mucho debe proceder de la parte privada. Da igual que sean empresas o grupos de personas. Eso sí, que, dentro de la legalidad, no pongan excesivas pegas administrativas y que sean colaborativos. Estoy segura de que esto va a empezar a pasar dentro de poco. Colaboraciones con empresas todavía no hemos tenido. Sí que estamos hablando con algunas, que nos están haciendo llegar sus inquietudes.

Sí me gustaría subrayar que, en este tipo de iniciativas, son básicos los secretarios, los aparejadores y los arquitectos de estos ayuntamientos pequeños. Ellos conocen la parte legal y cómo se pueden hacer las cosas. También tienen el poder de cambiarlas. El funcionariado en este tipo de ayuntamientos tiene una amplitud de miras que para nosotros es imprescindible.

¿Y qué zonas de España muestran mayor interés por estos proyectos? ¿En cuáles está calando con mayor fuerza estos modelos de vivienda social?

Por ejemplo, en la zona de Andalucía (Málaga) está la empresa Hábitat Colaborativo, que es una empresa con la que colaboramos y que desde hace años se está moviendo con el sistema del cohousing. Precisamente, acaban de inaugurar, tras llegar a un acuerdo público-privado con el ayuntamiento, unas instalaciones en un antiguo balneario y ya está viviendo gente allí. Es cierto que se centran más en personas mayores, pero también es muy importante porque se genera empleo.

En algunas zonas de la sierra de Madrid, en el País Vasco y Navarra también hay movimientos y proyectos. Yo creo que va a empezar poco a poco. Lo que sí es cierto es que son proyectos que llevan unos años.

Son proyectos que hay que saber implementar, gestionar y transmitir.

Así es. Y, además, todo esto debe ser autogestionado por un grupo de personas que quieren vivir en una vivienda colaborativa y que tienen que ir decidiendo entre ellos. Qué es lo que quieren, cómo lo quieren, y eso significa también la necesidad de que haya un mediador que los ayude y les guíe en lo que es la concordia y la colaboración, porque no tenemos ese hábito.

Parte de los problemas pueden venir, efectivamente, por el lado de la convivencia, del contacto diario y de la relación intensa. Exige una participación de las personas.

Mucha participación para ponerlo en marcha y también para comprometerse cuando ya esté realizado. Hay que participar en todo momento. Nosotros, como asociación, esa parte también la proporcionamos. La de mediar y crear el ámbito ideal de convivencia, porque igual que funciona puede llegar a dejar de funcionar. Hay que llegar a acuerdos que satisfagan a todos.